Llegué caminando a la frontera y de inmediato dos oficiales me cayeron encima. - ¿Para dónde va? ¿De dónde viene? ¿Que estaba haciendo en Croacia? - Pues nada, estuve unos días en Osijek, en un festival de arte. - ¡Pasaporte! - Y se lo entregué. - Costa Rica. ¿Costa Rica? ¿No necesita visa? - No que yo sepa. - Venga conmigo. Le seguí hacia la estación de policía en compañía del otro oficial y luego de un rato me indicó que tomara asiento. En pocos minutos me vi rodeado de más oficiales y de algunas personas que pasaba de una oficina a otra. Me miraban con el rabo del ojo, como queriendo adivinar que menesteres me habrían traído a esa frontera, de que nacionalidad se pintaba mi rostro y de que bandera vestía mi modo de andar. Pero no lo supieron, incertidumbre fue lo que les quedó. - A ver, saque todo lo que tenga en la mochila. ¿Porta armas, drogas, alcohol, cigarros? ¿Algo para declarar? - No señor, no tengo nada. - A ver, saque todo y póngalo sobre la mesa. Un par de pan...
Los viajes que son un ride