Hoy le tocó  ver el rostro de la angustia frente al mar negro. Su mirada estaba vacía, pues  todo lo que llenó sus ojos alguna vez se había perdido en la inmensidad del  mar. Y como si fuera poco, un viejo que venía en el vagón se volvió hacia él.  "¿Usted conoce el rostro de la desgracia?"   - Le preguntó, con una mirada inquisidora y como quién sabía exactamente  lo que estaba pensando. "Claramente que por el de la privación no le tengo  que  preguntar pues con sólo ver esas  fisuras faciales que se le entrevén usted está más que enterado". Incómodo, con  toda razón, el desgraciado le contestó que no, que no tenía ni idea de lo que  estaba hablando y de que por favor tuviera la prudencia de no ofenderlo pues él  simplemente pretendía dirigirse hasta la siguiente estación en la mayor paz  posible.   -- Pedro Acevedo.     
Los viajes que son un ride